sábado

LA SIEGA DE LOS PRADOS. SIGLO XX





LA SIEGA DE LOS PRADOS

 


A finales de junio se empezaba la siega de los prados. Formaban cuadrillas de cinco o seis segadores y contrataban al dueño la siega del prado por las peonadas[1] que hacía, de esta manera los segadores lo hacían a destajo[2] y terminaban de segar en el menor
tiempo posible. Naturalmente el precio tenía que ver con la hierba que tenia el prado y las dificultades que entrañaba la siega. Había prados muy en cuesta y por tanto el esfuerzo era enorme.

         Se empezaba al amanecer y terminaban con la puesta del sol. Hacían un descanso para comer y otro para merendar. Si el corte no estaba muy lejano los familiares de los segadores, por turno riguroso, les llevaban la comida que solía ser “el cocido” que producía muchas energías, acompañado del vino de la bota. Encima del aparejo del burro ponían un “serón” o “aguaderas”[3], con dos o cuatro departamentos para llevar las cestas. Las meriendas solían ser a base de jamón, queso de cabra o tortilla .

Los aperos de los segadores de hierba eran la guadaña, herramienta fundamental, el yunque para picarla y la piedra de afilar metida en una cuerna -“el gazapo”- con agua, colgado del cinturón. Lo fundamental era preparar bien el afilado, de ello dependía el trabajar menos para realizar el mismo trabajo. Claro, segaban la hierba de arriba para abajo, unos detrás de otros y dejaban, cada uno a su izquierda el correspondiente “maraño” de hierba segada. Normalmente afilaban la guadaña con la piedra  cuando terminaban el maraño. Cuando el corte se hacía romo, la piedra no afilaba y ya necesitaban picar la guadaña para afinarla, era la tarea más difícil porque si se agrietaba no segabas bien. Clavaban el “yunque” en el suelo,   una especie de puntero que tenía un tope a quince o veinte centímetros para que no se hundiera, y en el saliente, tenía una especie de meseta cónica y con el martillo estiraban el corte hasta dejarle afilado.

            La hierba, segada en “maraños”, la dejaba secar. Solían dar la vuelta al maraño pasado uno o dos días y a los tres días se recogía la hierba “el heno” y se lo colocaba en el “almeal”[4]. En la recogida del heno intervenía casi toda la familia. Sin madrugar porque podría haber rocío. Se preparaban las herramientas, horcas de madera y de hierro, rastrillos de madera, reja, el botijo, la yunta de vacas o de burros, sogas…Unos recogían la hierba en montones con las horcas, otros recogían lo que quedaba con los rastros. Con una soga que se colocaba alrededor de la pelota de heno, atadas las dos puntas al yugo de la yunta, sujetándola en los alrededores con el mango de las orcas o rastros se llevaba la pelota de heno “narria” hasta las inmediaciones de la “almealera”. Mientras seguía el acarreo,  uno hacía el almeal y el otro, con la horca de hierro, desde abajo, echaba  arriba el heno para colocarlo hasta que conseguían la recogida final. Cuando se terminaba el “almeal”, cortaban unas bardas de sauce, las ataban las ramas finales en forma de lazo y las ponían -tres o cuatro- en lo alto pasándolas por el palo de la "almeal", cubriendo el heno para que no se lo llevara el aire. El “almealero” y el que le echaba arriba el heno se marchaban al río, se quitaban la ropa,  en calzoncillos o en “cueros”, se bañaban o lavaban para quitarse el tamo del heno que producía picor por todo el cuerpo.

Lo más importante es que eran muchos, familiares, amigos,
chicos y grandes. Surgían conversaciones, anécdotas, bromas, todo era relajado y muy divertido y en las comidas y meriendas, algunos o algunas se volvían dicharacheros porque no faltaba el vino.

La comida consistía en un buen cocido. Además de los garbanzos con repollo, le echaban tocino, chorizo, morcilla, carne, huesos de jamón y el relleno, echo con huevo batido, pan rayado y peregil. Todo bien regado con el vino barranqueño de la bota.  En la merienda, normalmente se comía jamón y tortilla. En algún momento de la siesta o la merienda se solían cortar algunas ramas de cerezas, que abundaban en todos los prados, para comerlas por todos.

    No faltaba nunca el encuentro con alguna víbora, bien en la “almealera” al hacer el agujero para colocar el palo, al mover las piedras o bien al recoger la hierba. Hubo veces que durante la siesta pasaba alguna por encima de alguna persona, lo que ocurría es que al estar sobre aviso la dejaban, no la molestaban, y pasaba sin hacer daño. Había muchísimas


[1] .- Peonada era lo que  un segador, en este caso, hace en un día.

[2] .- Trabajo que se ajusta por un tanto alzado.

[3] .- El serón era de esparto con dos departamentos, las “aguaderas” eran de mimbre con cuatro departamentos.

[4] .- Conservo el término “almeal” aunque no lo recoja el diccionario, así se llamaba en Navacepedilla. En torno a un palo largo se recoge el heno en forma de cono.

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